Todos los yacimientos excavados en torno a la costa de Canaán parecían mostrar una ruptura sistemática de la ocupación a finales de la Edad del Bronce. En Ascalón, una de las cinco ciudades filisteas, Mackenzie observó en 1911 un grueso nivel de ceniza, que suponía un cambio de cultura: la cerámica filistea se hallaba por encima del nivel de destrucción. En Tell Qasile se evidenciaban también grandes cambios provocados por los filisteos.
A su vez, contamos con los relieves del templo egipcio de Medinet Habu de Ramsés III, que representan una lucha entre filisteos y egipcios. Este acontecimiento, datado a principios del siglo XII a.C., sirve para fechar el final de la Edad del Bronce, así como el primer asentamiento filisteo.
Sin embargo, en la fortaleza egipcia de Tel Mor, cercana a la filistea ciudad de Ahsdod, los tipos cerámicos parecían indicar que el final de los egipcios era anterior y se remontaba al momento de la primera invasión de los Pueblos del Mar, en tiempos de Merneptah. Aunque no se sabe con seguridad la identidad de los agresores de esta ciudadela, ya que aparecían entonces también los primeros asentamientos israelitas, se confirma el ambiente turbulento de aquel momento histórico. A finales del siglo XIII a.C., la fortaleza estaba en ruinas. Poco después vuelve a levantarse, con asentamiento egipcio todavía. El descubrimiento más desconcertante era la ausencia total de evidencia arqueológica de un nuevo grupo, lo que cuestionaba la creencia de que ya en tiempos de Ramsés III, los filisteos habían arrasado las ciudades de la costa meridional de Canaán y ocupado la metrópolis de Ashdod.
El fin de la presencia egipcia y la llegada de los filisteos tiene lugar un siglo después de Ramsés III. La ciudad portuaria, en la que ya no se comerciaba, debido a la decadencia de las relaciones internacionales, era ahora una aldea agrícola filistea. El enigma que se plantea ahora es la identidad de los primeros invasores que destruyeron la fortaleza egipcia.
Según Moshe Dothan, el único yacimiento capaz de responder a estas preguntas era la ciudad de Ahsdod, una de las cinco capitales originales de los filisteos, que arrojaría luz sobre la transición del Bronce Final a la Edad de Hierro.
La última mención de Ashdod aparecía en los registros de la iglesia del siglo V d.C., cuando el obispo de la ciudad participó en los debates teológicos del Concilio de Calcedonia. Tras la conquista musulmana de Palestina en el 638 d.C., Ashdod se menciona fugazmente en las obras de cartógrafos árabes y en las crónicas europeas de las Cruzadas. En la Edad Media es una simple posta de caravanas.
El grupo de arqueólogos de Moshe Dothan, encontró restos cerámicos del Bronce Final idénticos a los de Tel Mor, así como de la época helenística, romana y bizantina.
A lo largo de siete campañas de excavación se descubrieron veintitrés niveles urbanos superpuestos, que permiten reconstruir la historia del auge y declive de la ciudad de forma continua.
Aunque se encuentran restos del Bronce Antiguo, es más probable que no existiera antes del Bronce Medio, cuando la ciudad estaba bajo influencia egipcia. La ciudad fue destruida completamente en el siglo XIII a.C., y reconstruida por uno de los Pueblos del Mar. A finales del siglo XIII a.C., ya era filistea.
La «cerámica de Ashdod» es un indicio de la existencia de una cultura filistea coherente en la costa cananea.
Asiria y Babilonia no afectaron sólo a Israel, sino que su emergencia fue también catastrófica para los filisteos. Tras el eclipse político y militar provocado por el rey de Israel, David (hacia 980 a.C.), los filisteos cesaron su expansión y vivieron cuatro siglos de desastres militares, descritos en textos asirios, babilónicos y en los textos de los profetas hebreos. A partir de ese momento, ya no supusieron una amenaza para el reino de Judá.
Una puerta de estilo «salomónico» fue encontrada en los yacimientos de la ciudad. Esto podía reflejar el control israelita sobre la costa y, muchos años después del colapso del reino de Salomón, la puerta siguió siendo uno de los principales puntos defensivos de Ashdod. Parece ser que doscientos años después de Salomón, se produjo un renacimiento filisteo en Ashdod, con una vuelta a la plena independencia, al control principal de las rutas costeras y a su rol en el comercio marítimo del Mediterráneo oriental, completamente ausente en los relatos bíblicos del período.
Estos hallazgos suponen que el control israelita sobre los filisteos fue tan sólo temporal y que tras la división de la Monarquía Unida en Judea e Israel, los filisteos resurgieron como un poder comercial.
Más adelante, en torno al 750 a.C., el rey Ozías, de Judea, se enfrentó a Filistea y destruyó las murallas de Gab, Jabneh y Ashdod, como refiere la Biblia (2 Crónicas 26:6) y los hallazgos arqueológicos.
La ciudad de Ashdod tuvo que hacer frente muy pronto a un enemigo mucho más peligroso: Asiria, con Sargón II, destruyó Ashdod en el 712 a.C. La ciudad había iniciado ya antes una revuelta (algunas inscripciones se encontraban en Nimrud, capital asiria destruida recientemente por el ISIS), que fue reprimida definitivamente por Sargón II. Tras ello, la ciudad contó con una cierta independencia a condición de unos pagos tributarios pactados con los reyes asirios, pero más volvió a gozar de una independencia plena.
Se han encontrado restos a un metro de la superficie (el más importante una estructura de doce salas), relacionados con las ceremonias de culto durante esta dominación asiria. Parece ser que en el siglo VIII a.C. aquello era un santuario filisteo. Al parecer, toda la estructura estaba al servicio de un barrio industrial fortificado de la ciudad.
Se encontraron también dos grandes enterramientos colectivos, con masas de huesos que presentaban síntomas de violencia. En el primero, unos cuarenta y cinco individuos. En el segundo, cientos de esqueletos desmembrados. Era evidente que la ciudad de Ashdod había sufrido una masacre a finales del siglo VIII a.C., seguramente durante la conquista de Sargón II. Los supervivientes de la ciudad habían sido forzados a trasladarse encima del osario.
En la excavación se encontró una piedra de basalto negro, que formaba parte de una estela asiria de Sargón II que relataba sus proezas y victorias, pero no hacían referencia a la rebelión de Ashdod. Más tarde, descubrieron otro fragmento, que parecía referirse, ahora sí, a dicha rebelión.
Todos estos descubrimientos sobre el período asirio, además de la conquista asiria mencionada en Isaías, permitieron reconstruir el final violento de un largo período de control filisteo de la ciudad-estado de Ashdod.
Según las Historias de Heródoto, en esa época la ciudad de Ashdod (en griego Azotos), tenía una dudosa reputación que podría explicar su declive. Explica que el rey egipcio Psamético (gobernó entre 663 y 609 a.C.), dedicó veintinueve años al asedio y conquista de Ashdod y que esta ciudad resistió más tiempo que ninguna otra que él conociera.
Nabucodonosor, rey babilónico, conquistó Filistea hacia el 600 a.C., y un siglo después Zacarías anunciaba que los enemigos tradicionales de Israel (los filisteos) habían sido humillados y que un pueblo mestizo habitaría la ciudad.
La importancia comercial que tuvo la ciudad durante las Edades del Bronce y del Hierro se renovó tras la conquista de Alejandro Magno de todo el Próximo Oriente (332 a.C.). En el período helenístico algunas de las prácticas filisteas, como el culto al dios Dagón, se conservaron.
Fuentes:
Dothan, Trude; Dothan, Moshe (2002). Tras las huellas de los filisteos. Barcelona: Bellaterra.