LA VERDADERA NECRÓPOLIS FILISTEA

El caso de Azor (principios de 1958) nos provee de la clave fundamental sobre nuestra investigación acerca de los filisteos. Aunque jamás se habían producido excavaciones en Azor (pequeña ciudad junto a la vieja carretera que va desde Tel Aviv a Jerusalén), sí que se mantuvo presente en la Septuaginta de Josué [19:45] como una ciudad situada en el territorio de la tribu de Dan y se convertiría más adelante en un punto de confluencia estratégica con la Vía Maris.

En el siglo VII a.C. fue conquistada y destruida por el rey asirio Senaquerib en su campaña contra Filistea. Las ruinas de la fortaleza de la época de las Cruzadas, el Château des Plains, todavía se erigían en la cima del antiguo tell en pleno centro de la actual Azor. Sin embargo, el continuo saqueo clandestino de “aficionados” constituía la pérdida de un patrimonio hegemónico (desaparición de vasos de cerámicas que terminarían en colecciones privadas de Israel y del extranjero) y una vez en manos privadas dejaban de existir para la investigación arqueológica.

A tenor de la cantidad y la calidad de la cerámica y de otros objetos, seguramente ofrendas funerarias, la antigua necrópolis de Azor poseía una de las mayores riquezas descubiertas en Israel. La necrópolis estuvo ocupada de forma ininterrumpida durante miles de años. Entre ítems excavados ilegalmente había muchos osarios, o urnas oicoformes de arcilla del período Calcolítico que nos abastecen de una visión clara de las costumbres del país durante el IV milenio a.C. Se encontraron también escarabeos egipcios, ánforas de la Edad de Bronce, importaciones chipriotas y micénicas.

La influencia filistea era grandiosa y con ejemplos de vasijas de cerámica podemos vislumbrar claramente la mezcla de influencias micénicas, egipcia y cananea típica de la primera fase de la evolución cultural filistea, con la típica flor de loto egipcia flanqueada con dos aves filisteas de exquisita ejecución.

Los únicos enterramientos filisteos encontrados hasta el momento eran los yacimientos de Bet Shean, Tell el-Farah y Lachish. En Azor se encontraron enterramientos filisteos nunca antes conocidos. En los yacimientos conocidos, los restos de los fallecidos se encontraban mezclados unos con otros de la comunidad filistea, hecho que prueba que se primaba más por la mezcla progresiva con los restos de los ancestros de la comunidad. Sin embargo, en Azor, los filisteos eran enterrados de forma individual, cuya práctica era común en todo el mundo Egeo y coincide con la aparición de la cerámica filistea.

Durante todo el Bronce Final, tanto en el Egeo como el Mediterráneo oriental, los enterramientos colectivos mandaban, el tholoi (cultura micénica) no es más que un ejemplo de los más elaborados. No obstante, debido al colapso de la red comercial micénica y del sistema palaciego que la sustentaba, los enterramientos colectivos empezaron a caer en desuso. En el siglo XII a.C. el enterramiento individual se convirtió en el rito aceptado en todo el mundo egeo. Por tanto, aunque los enterramientos en Canaán durante la Primera Edad de Hierro seguían las costumbres de tumbas familiares, en Azor se estaría reflejando la emergencia de las nuevas prácticas sociales y religiosas que estaban empezando a transformar a la civilización egea.

Se realizaron estudios para evaluar la procedencia de los huesos de las tumbas. La Dra. Denise Ferembach promulgó que el rasgo más sobresaliente de la muestra de cinco cráneos que analizó era su enorme diversidad. Dos de ellos presentaban características braquicefálicas de Asia Menor. Uno era de tipo alpino de Europa central. Una mandíbula pertenecía a otro tipo braquicéfalo de un subgrupo intermedio. Y el último cráneo presentaba características mixtas mediterráneas y braquicéfalas. La conclusión fue que aunque la muestra era ridícula, dejaba claro que los filisteos eran un grupo heterogéneo.

Tras aumentar el radio de expedición en Azor encontramos en la parte occidental del Valle de Asdralón enterramientos que recordaban a la práctica hitita, descubierta en Alishar Huyük, en las tierras altas de Asia Menor. El hallazgo más sorprendente fue una gran estructura de piedra que contenía un gran pithos, o jarra de barro, rodeado de recipientes más pequeños y en su interior lleno de ofrendas. Y debajo de ese estrato de ofrendas se encontraban los restos carbonizados de un adulto y un niño.

La práctica de incineración era un tema controvertido en la arqueología mediterránea. Y con nuestro estudio hemos podido comprobar que esta costumbre parecía no tener su origen en las invasiones indoarias sino en la asimilación de nuevas ideas religiosas procedentes de Asia Menor. Por lo tanto, podemos entender la incineración como un reflejo de los desarrollos religiosos que emergieron no antes del siglo XI a.C., más de cien años después de la migración filistea.

La estrecha coincidencia entre la forma cerámica y el método de enterramiento en regiones tan alejadas entre sí sugería que tal vez los filisteos compartieron sino todos, al menos algunos aspectos de su cultura con otros Pueblos del Mar, sobre todo con los danuna.

Fuentes:

Dothan, T. y Dothan, M., 2002. Los Pueblos del Mar: Tras las huellas de los filisteos. Barcelona: Bellaterra.

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